El consumo y el barrio

El barrio es un lugar para relacionarnos, conocernos y ayudarnos. Hoy, a veces, se transforma en un lugar donde reina la desconfianza, el cuidarnos los unos de los otros, el temor o el enojo, la bronca o la desesperanza.

Las violencias y el consumo de sustancias han afectado la convivencia. Sabemos que el consumo problemático es una compulsión (es decir, algo que alguien se siente movido a hacer, y que no puede parar o controlar a voluntad) y se inicia en un momento en la vida de una persona, generalmente ante una angustia que la excede y que busca calmar. El consumo tiene para esa persona en ese momento una función: es vivenciado por ella como una  “solución” que la alivia de su sufrimiento. Y así como se inicia, ante un determinado padecimiento, también puede terminar, si se resuelven las causas que lo motivan.

En los últimos años, muchos adolescentes y jóvenes que consumen sustancias han empezado a consumir una sustancia nueva: la pipa o el pipazo, que tiene consecuencias graves para su salud y vuelve mucho más difícil que accedan a un tratamiento o se dejen ayudar. Las familias y los vecinos se cansan de intentar ayudarlos a salir de esta situación, y terminan expulsándolos de las casas, quedando muchos de ellos en situación de calle, sin trabajo, o trabajando para consumir. La dependencia que genera esta sustancia es muy diferente de la que generaban otras. El consumo de marihuana y el de cocaína, incluso el de pastillas, dejaban más margen de libertad a la persona en situación de consumo, y facilitaban el acercamiento al tratamiento y la disposición para recibir ayuda. Hoy eso cambió.

La familia y los vecinos esperan que la persona “ponga voluntad”. El consumo de “pipazo” deja a la persona prácticamente sin voluntad y, además, la dependencia los mueve a recurrir a cualquier conducta con tal de conseguir lo necesario para continuar consumiendo. Así, aumentan los robos y se pierden los códigos que antes regían: comienzan a robar a los propios vecinos e incluso a la propia familia, sin ningún registro de los riesgos a los que se exponen.

Los vecinos, por su parte, cansados de los robos, comienzan a intentar resolver estas situaciones “por mano propia”. Desconfían de la ayuda que puedan recibir de la Policía o la Justicia. “No recupero mis cosas, y a los dos días ‘los chorros’ están libres”, se escucha frecuentemente.

Por otra parte, cada vez hay más kioscos de venta de sustancias (“narcomenudeo”) en las calles del barrio, lo que vuelve más difícil que las personas en situación de consumo puedan sustraerse de consumir: salen de sus casas y a cada paso son “convidados” a comprar.

¿Qué pueden los vecinos, los profesionales que trabajan en el barrio, los familiares, etc, hacer frente a lo que está sucediendo?

En primer lugar, CONFIAR en que se pueden hacer muchas cosas. No darse por vencidos. Esta situación es relativamente NUEVA. Aunque el consumo de sustancias tenga muchos años en el barrio, en las ciudades, en la provincia; el consumo de “pipa” es de unos pocos años atrás, y los problemas que genera son relativamente nuevos y todavía no hemos construido formas de responder a ellos. Pero podemos hacerlo.

En segundo lugar, EVITAR reacciones desesperadas que agraven los problemas que ya tenemos. Evitar responder desde el enojo, la violencia y la justicia por mano propia. Hay mucha desconfianza de la respuesta o el amparo que se pueda recibir del Estado, del gobierno, de la Policía, de la Justicia, etc, porque “tardan”, porque “no atienden”, porque “nadie queda preso”, etc etc. Y se entiende porque esta situación nos supera a todos. Pero podemos ayudar desde el barrio a construir respuestas que realmente nos sirvan y que ayuden a conservar la seguridad y la paz, sin generar más violencia. La violencia engendra violencia. Nunca es el camino, aunque parezca que sí, aunque hasta ahora haya sido una forma común en el barrio de resolver problemas. Genera muchos más.

En tercer lugar, SUMAR FUERZAS. Son muchas las personas en el barrio que tienen voluntad de encontrar soluciones. Que no quieren ser parte del problema sino parte de la solución, que están dispuestas a hacer algo por el barrio, para poder vivir tranquilos y ser una comunidad. No se puede ser una comunidad mirando al costado de los problemas que nos afectan a todos. El problema del otro nunca es solamente un problema del otro. Los problemas de nuestros vecinos nos afectan a todos. Aunque sea por amor propio, por amor a nuestras familias, tenemos que buscar y encontrar soluciones a los problemas comunes.

Hay un problema grave de seguridad que resolver. Los vecinos quieren vivir tranquilos y no tener que temer por sus cosas o seres queridos. Pero hay también un problema grave de salud de los adolescentes y jóvenes, de familias de este barrio. Necesitamos ayudarnos para que este problema disminuya. Y que los adolescentes y jóvenes del barrio puedan reunirse, divertirse, estudiar y trabajar sin correr riesgos al salir a la calle: el riesgo de que les roben, el riesgo de que les ofrezcan sustancias cuando tienen un mal día, el riesgo de arruinar su futuro, el riesgo de que les hagan daño otros al defenderse.

No es armándonos con palos y armas como van a resolverse estas situaciones difíciles que nos tocan en el barrio. Es juntándonos. Como nos recuerda el chamamé, el camino para salvarse no es meter palos y balas,

“para salvarse, hay que juntarse y arremangarse. Neike, chamigo?”

autor  Dra Mariana Leconte

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *